CARTA A MIS HIJOS
Dedicada a : Andrea Cali, Lucas, Ana Sofia y Paula Nazarena por soportar el mal humor de su papa
Era una mañana como cualquier otra.
Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.
Te regañe porque te estabas tardando demasiado
en desayunar, te grite porque no parabas de jugar
con los cubiertos y te reprendí
porque masticabas con la boca abierta.
Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste
la leche sobre tu ropa.
Furioso te levante por el cabello y te empuje
violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste.
Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida.
Te despediste de mi tímidamente y yo solo te advertí
que no te portaras mal.
Por la tarde, cuando regresé a casa después
de un día de mucho trabajo,
te encontré jugando en el jardín.
Llevabas puestos tus pantalones nuevos y
estabas sucio y mojado
Frente a tus amiguitos te dije que debías
cuidar la ropa y los zapatos,
que parecía no interesarte mucho el sacrificio
de tus padres para vestirte.
Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de
ropa y mientras marchabas delante de mí te indiqué
que caminaras erguido.
Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo
por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta
sobre la mesa y me puse de pie furioso
porque no parabas de jugar.
Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba
más ese escándalo y subí a mi cuarto.
Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.
Me di cuenta de que había exagerado mi postura
y tuve el deseo de bajar para darte una caricia,
pero no pude.
¿Cómo podía un padre, después de hacer
tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?
Luego escuché unos golpecitos en la puerta.
"Adelante" dije adivinando que eras tú.
Abriste muy despacio y te detuviste indeciso
en el umbral de la habitación.
Te miré con seriedad y pregunté:
Te vas a dormir?, ?
vienes a despedirte?
No contestaste.
Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos
y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar
para echarte en mis brazos cariñosamente.
Te abracé y con un nudo en la garganta
percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito.
Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello
y me diste un beso suavemente en la mejilla.
Sentí que mi alma se quebrantaba.
"Hasta mañana papito" me dijiste.
Qué es lo que estaba haciendo?
Por qué me desesperaba tan fácilmente?
Me había acostumbrado a tratarte como a una
persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mi
y ciertamente no eras igual.
Tú tenías unas cualidades de las que yo carecía:
eras legítimo, puro, bueno y sobretodo,
sabías demostrar amor.
Por qué me costaba tanto trabajo?,
Por qué tenia el hábito de estar siempre enojado?
Qué es lo que me estaba aburriendo?
Yo también fui niño.
Cuándo fue que comencé a contaminarme?
Después de un rato entré a tu habitación
y encendí una lámpara con cuidado.
Dormías profundamente.
Tu hermoso rostro estaba ruborizado,
tu boca entreabierta,
tu frente húmeda,
tu aspecto indefenso como el de un bebe.
Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla,
respiré tu aroma limpio y dulce.
No pude contener el sollozo y cerré los ojos.
Una de mis lagrimas cayó en tu piel.
No te inmutaste.
Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio.
Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.
Si Dios me escucha y te permite vivir muchos anos,
algún día sabrás que los padres no somos perfectos,
pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que,
pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.
.EXTRAIDA DE "REFLEXIONES"
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