Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado con algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquéllo que desea.
Cuando crezcas, descubrirás que ya defendiste mentiras, te engañaste a ti mismo o sufriste por tonterías. Si eres un buen guerrero, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan.
Existen derrotas, pero nadie está a salvo de ellas. Por eso es mejor perder algunos combates en la lucha por nuestros sueños que ser derrotados sin siquiera saber por qué se está luchando.
Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio.
En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos del mundo.
Las decisiones de dios son misteriosas, pero siempre a nuestro favor.
Lo que ahoga a alguien no es caerse al río, sino mantenerse sumergido en él.
Podemos cometer muchos errores en nuestras vidas, menos uno: aquel que nos destruye.
La gran victoria que hoy parece fácil fue el resultado de pequeñas victorias que pasaron desapercibidas.
No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.
Siempre es más fácil escuchar una ofensa y no reaccionar que tener el coraje de enzarzarse en un combate con alguien más fuerte.
El camino es el que nos enseña la mejor forma de llegar y nos enriquece mientras lo estamos cruzando.
Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena.
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